29 de abril de 2015
         Caí sobre la silla y crucé las manos delante del cuerpo, sobre la mesa que nos separaba a ambos. Él empezó a leer los papeles y yo me fijé en la pared salpicada de títulos que había a su espalda para matar el tiempo. Al cabo de un rato sólo se escuchaba el crujido de papeles y nuestras respiraciones disimuladas. ¿Sabes ese silencio en el que intentas fingir que no haces ningún ruido? Sí, ese, ese en el que parece que tragar saliva demasiado fuerte podría provocar un desprendimiento, no los soporto. Son el culmen de los silencios incómodos. Así que me puse recto en la silla y me animé para darle la versión resumida del escrito que le estaba presentando. Hablar es uno de esos ruidos que no se me da mal del todo:

linfocitos

         “Lo he estado pensando bastante” empecé, al principio mi voz sonó atronadora en el silencio. Él levantó la cabeza de los papeles y asintió, como si realmente le interesase mi historia, supongo que por educación. “Primero bastante jodido, ¿no? Ya que no consideraba para nada normal eso de ponerme malo mes sí y mes también, cogiendo cada  puto resfriado que se cruza en mi camino” al ver que no me cortaba, seguí más animado.

         “Después de semanas dándole vueltas, unas vueltas espantosas por cierto, creo que he dado con la explicación acertada. Por eso estoy aquí. No se debe tanto a una inefectiva defensa por parte de mi sistema inmune, no es que mis defensas sean débiles. No es que algo mío este jodido por dentro, creo que es más bien porque, quien quiera que esté al mando de todo mi aparato de defensa biológico, tiene un paradigma diferente” en este momento el médico del departamento arqueó una ceja “¡Es un genio!

         “Un genio, te digo. Aleksandr Vasilevsky en Stalingrado, ¿lo conoces?” negó con la cabeza, muy atento a lo que decía “Más bien Tadamichi Kuribayashi frente a la ortodoxia de Hideyoshi Obata y el resto de la Marina Imperial. En lugar de defender las fronteras exteriores (mis desgastadas mucosas) este genio táctico ha decidido durante el último año replegarse para diseñar una defensa en profundidad, utilizando el desgaste del atacante para su ventaja. ¿Ves? En lugar de sacrificar miles de millones de leucocitos en las trincheras exteriores de manera constante, mi modernísimo Estado Mayor permite a los catarros invadir el perímetro exterior. Causa un malestar evitable, lo sé, pero altamente rentable en comparación con el esfuerzo de mantener las infecciones totalmente fuera
   
         Puse las manos frente a mi cuerpo, apoyando los codos en la mesa, y abrí las palmas hacia el cielo “Tierra quemada, lo he descubierto, mis defensas juegan a la tierra quemada. Y aunque parte de mi cuerpo sufre creo que es una táctica acertada. En lugar de sufrir la pérdida catastrófica y constante de cientos de millones de defensas, dejamos que se confíen, que entren y después les encerramos para obligarles a luchar hasta la muerte, y ser arrasados

         “Verás, la defensa en profundidad resulta siempre increíblemente costosa para el atacante, y en el proceso ambos contendientes sufren un alto riesgo de ser aniquilados. Sin embargo, con la superioridad táctica que demuestra mi sistema inmune, y la flexibilidad de sus tácticas, pilla a los catarros desprevenidos mientras afianzan felizmente sus posiciones en la nariz y en la garganta. Los consiguientes baños de plasma celular deben ser algo terrorífico, desgraciadamente dudo que algún invasor sobreviva para prevenir a los del exterior. Quizás es este el único punto fallido, una reputación así disuadiría a la mayoría de virus y bacterias saqueadoras

         Y volvió a hacerse el silencio, joder, yo no tenía más que decir. El médico me miró unos instantes con una expresión que podría calificarse de pura fascinación académica, luego echó otra rápida mirada a los papeles y negó con la cabeza.


―Aun así, Rodríguez―empezó―“guerra de atrición inmunológica regularizada cada mes” no es un concepto justificable para la baja médica que me pides...