27 de enero de 2014
El 0xb73eb000 era un bar bastante peculiar, para empezar era una dirección de memoria, pero incluso para los estándares del mundo digital era un bar raro. No era como el 0xa120d327, un espacio respetable y bien conectado. No, en absoluto, si el enorme conjunto de memoria en ejecución fuera una gran ciudad el 0xb73eb000 estaría en un callejón apartado y sucio, en el bajo de un edificio casi en ruinas...

CURRENT_USER suspiró y abrió la puerta de entrada. El interior de la estancia estaba iluminado con neones azules, cargada de humo grisáceo que provocaba curiosos juegos de color en la interacción de las partículas con la luz, sonaba una música electrónica que bien podría haber compuesto Yuzo Koshiro en los noventa. Se encogió de hombros, bastante retro. Los parroquianos no repararon en él, hacían lo que en todos los bares del universo: estar cabizbajos y llevarse meditabundamente vasos llenos a la boca. Sí, era un mundo digital y realmente no estaban bebiendo, pero sería demasiado complejo describir qué estaban haciendo exactamente…  era equivalente ya que terminaban exactamente igual: con menos capacidad de procesado y arrepentidos de los errores aún en memoria.



         Fue hacia el único hueco aún libre de la barra, en una esquina junto a un personaje sin las texturas cargadas, pero con una generosa cuenta de polígonos, con forma humana y unos brillantes ojos tristes. CURRENT_USER se apoyó delicadamente en la barra de color rojo incandescente y le miró disimuladamente. Descubrió, demasiado tarde, que su vecino sin texturas estaba en esa fase de la borrachera, la que consiste en recitar tu autobiografía en voz alta al primer desgraciado que se te acerque, mientras lo invitas a copas.

3 de enero de 2014
         Es un postulado bien mascado por todos ese de que “La energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma” después, según lo mucho que nos curráramos la física de Bachillerato, sigue una retahíla sobre Mecánica y Termodinámica. Esta breve historia comienza en un mundo bastante regido por estos principios aparentes, y del que sus habitantes han sabido sacar bastante provecho en beneficio propio.



         En una parada de guaguas ligeramente vandalizada del extrarradio alguien estaba plantado esperando, contra todo pronóstico, la guagua. Era un tipo corriente, él mismo se consideraba corriente, encogido al frío mañanero en su chaqueta gris. Le daba un poco de reparo sentarse en el banco lleno de chicles pegados y además tenía miedo de que las articulaciones de las rodillas, heladas, se le encasquillasen en la posición de sentado y perdiera el transporte público, que no era demasiado regular, ni puntual, ni público, joder, que costaba un euro quince.