9 de abril de 2015
19:26
El Gemekala se
alejaba de la zona de batalla a toda velocidad. Tras el fulgor de sus motores quedaban
los destellos de las explosiones nucleares entre el campo de escombros. Todo lo
que quedaba de la flota, las naves dañadas a la deriva cuyos reactores en
estado crítico detonaban antes de morir para siempre. En la sala de mando de su destructor, el Comandante
observó las pantallas holográficas.
Pensó en las
tripulaciones, poco más que partículas carbonizadas flotando libremente en el
vacío entre pedazos de fuselaje y gas ionizado. El enemigo lo había vuelto a
hacer, habían utilizado armas termonucleares para crear una nube de plasma y
engullir su flota. El Comandante se inclinó sobre las lecturas de radar e hizo
un fuerte gesto de negación. Sólo el Gemekala había sobrevivido al combate.
Se irguió en
la sala de mando y dio media vuelta
para salir. A su alrededor la tripulación intentaba reparar los daños sufridos
a contrarreloj, bajo un baile de chispas y cableado en llamas. Una vez más la
flota no había podido detener a los alienígenas, y ahora el Gemekala se batía
en retirada dejando las colonias de Espara y sus quinientos millones de
habitantes a merced del enemigo.
El corredor
estaba iluminado en azul claro, el Comandante se ajustó bien la capa de
plástico rígido dorado que denotaba su rango y lo atravesó con grandes
zancadas. Esta vez, al menos, era diferente. No se retiraban con las manos
vacías, y el Gemekala tendría el funesto honor de ser una de las primeras naves
de volver de una batalla con un prisionero alienígena. Cuando llegó a la bahía
médica aislada, el compartimento interior estaba rodeado por infantes de marina
que sujetaban sus armas con expresiones que iban desde el odio hasta el terror
absoluto.
El Comandante
franqueó la sala y pasó al compartimento interior. Olía a desinfectante y todo
estaba lleno de especialistas científicos que rodeaban una camilla de seguridad.
Por primera vez sus ojos se cruzaron con las pupilas oscuras de un alienígena,
antes sólo los había visto en fotos y dosieres de seguridad. Estaba atado a la
camilla, mientras los especialistas le trataban las heridas que había sufrido
durante su captura. Era bípedo y con dos brazos, extrañamente similar y a la
vez espantosamente diferente. Sus ojos tenían una expresión agresiva, abría y
cerraba la boca llena de dientes escupiendo saliva sanguinolenta mientras pronunciaba
palabras en su idioma gutural. Probablemente insultos.
Tenía la mitad de un brazo destrozado
por efecto de las armas de sus infantes. Al Comandante le sorprendió que
aquella criatura pudiera mantener una actitud agresiva incluso después de haber
recibido disparos. Salvo un par de colgados, él no conocía a muchos soldados capaces
de aguantar tres disparos. Por eso le impactó la actitud desafiante que
demostraba su prisionero. O prisionera, le era muy difícil imaginarse
diferencias de sexo en aquellas cosas.
―Mató a tres de los nuestros mientras le capturaban―dijo, a su
espalda, el sargento que había vuelto con el grupo de abordaje―Usando una hoja
afilada, algún tipo de cuchillo ceremonial. Estos monstruos me dan escalofríos.
El Comandante hizo
un ademán para que guardara silencio y se inclinó sobre la criatura, a una
distancia prudencial de la boca que profería gritos y sus hileras de dientes
marmóreos amarillentos.
―No se acerque demasiado, Comandante. Según INTELIGENCIA una mordedura
es potencialmente letal, incluso para los de su propia especie―dijo uno de los
especialistas científicos.
Él no dijo nada, y
siguió mirando a la criatura a los ojos. El alienígena dejó de gritar y le
sostuvo la mirada. El Comandante era incapaz de distinguir si había odio o
temor en aquellos ojos acuosos e inexpresivos.
―¿Puede entenderme?―preguntó.
Los especialistas
a su alrededor se miraron.
―Tenemos un sistema de traducción muy rudimentario, basado en
intercepción de sus comunicaciones. Pero podría funcionar―contestó uno de
ellos, empezó a manipular una consola―estará listo en un momento.
Quería conocer los
motivos, por qué les estaban atacando. Aunque lo poco que sabían de ellos
indicaba que eran una especie altamente agresiva por naturaleza (sólo así se
explicaba su maestría en la utilización del armamento termonuclear y el plasma)
En combate, el Comandante se había enfrentado a un enemigo prácticamente
suicida que parecía reverenciar a la muerte y preferirla a una retirada
estratégica. En tierra, los marines hablaban incluso de alienígenas que seguían
combatiendo después de perder una extremidad. Otros fingían rendirse para luego
suicidarse matando a tantos como fuera posible en un despliegue de inteligencia
maliciosa...
En INTELIGENCIA
decían que aquellas cosas podían detectar a sus soldados incluso en la más
completa oscuridad, captando las vibraciones producidas en el aire de las
atmósferas. Eso explicaba su eficacia en los asaltos nocturnos, y su
predilección por ellos. Un pitido le indicó que el traductor estaba activado.
El Comandante se inclinó un poco más sobre la criatura, que permanecía en
silencio, respirando ruidosamente por una protuberancia bajo los ojos.
―¿Por qué nos atacan?―preguntó él. A sus palabras le siguió el
sonido rugoso del idioma alienígena sintetizado por el ordenador.
La criatura
pareció meditar por un segundo, luego habló. El eco de sus palabras, traducido
a un idioma inteligible, llegó segundos después.
<<¡Monstruos! Sólo
les daré mi nombre y rango>>
El Comandante no
pudo evitar reír. Y aquella cosa les llamaba monstruos a ellos. Unas criaturas
que parecían surgidas de una pesadilla, evolucionadas exclusivamente para matar
y sobrevivir en un entorno inimaginablemente hostil, les llamaban monstruos a
ellos.
―Arrasan nuestros mundos. ¿Por qué? ¿Por qué no negocian?
Un instante de
silencio, luego eco sintético. El alienígena enseñó los dientes y resopló, después
habló.
<<No arrasamos, los
limpiamos>>
INTELIGENCIA
especulaba con que se trataba de una expansión de conquista. Una civilización
tan voraz en su comportamiento bélico, y tan proclive a malgastar la potencia
energética de los materiales fisibles como armamento, debía ser altamente deficitaria
en su gestión de los recursos planetarios. Podía encajar. Alta agresividad, una
estimación de natalidad explosiva y sin auto-regulación que podía provocar
crecimientos poblacionales exponenciales... Su civilización necesitaría más
espacio y más recursos. Como ellos mismos, pero a un ritmo frenético.
El Comandante
apretó con fuerza los puños. No se dejarían engullir por aquellas cosas,
lucharían y recuperarían el terreno. Y ese prisionero les daría toda la
información posible antes de ser juzgado y ejecutado por sus crímenes.
―Tú eres el monstruo. Dime ahora lo prometido: tu nombre y tu posición en la jerarquía militar de la horda que los tuyos llaman ejército―exigió
saber.
Silencio, eco
gutural sintético y después un asentimiento del alienígena.
<<Amanda Keith, Teniente de la Fuerza Expedicionaria de las
Naciones Unidas de La Tierra>>
Etiquetas:espacio,relato-corto,scifi
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