16 de febrero de 2015
La guerra estalló en el año 258. Hasta entonces el conjunto de sistemas unidos por rutas comerciales, conocido como Anillo Áureo, era lo bastante próspero como para tener su propia cronología. Matiz, Gigante, Jovian y Aqueronte, sus ciclos sincronizados en años de trescientos días con veintidós horas estandar. Aislados del resto de sistemas estelares vecinos, menos poblados y decididamente más pobres, los estados del Anillo Áureo se entregaron a consolidar un entramado comercial y diplomático para asegurarse la estabilidad de unos mercados clave para una futura expansión sobre sus vecinos menos afortunados. Tensiones, problemas comerciales y pacificación de gobiernos locales eran resueltos con una mezcla de negociaciones y diplomacia de cañonera.


En el sexto mes del año 258(AA), una flota enviada desde el planeta principal del Sistema Aqueronte, del mismo nombre, entra en combate con las fuerzas defensivas de Aquilea Delta, en el Sistema Gigante. Por primera vez en la historia conocida se emite una declaración formal de guerra a escala planetaria. Todos contienen la respiración, temiendo que la deflagración se extienda al resto del Anillo. El comercio queda paralizado y las relaciones diplomáticas se congelan. Las flotas de Aqueronte asedian Aquilea Delta... 
11 de febrero de 2015
         Nathan dio vueltas al pequeño objeto cromado entre sus dedos, ignorando el ruido de la terminal del aeropuerto a su alrededor. Pasajeros de quince vuelos internacionales llamaban por teléfono, se despedían y se movían nerviosos a su alrededor. Guardó la discreta pieza metálica, si todo salía bien quizás sería la última vez que podría viajar en avión llevando uno de aquellos. Si salía bien. Vale que después de toda aquella movida del 11S las compañías aéreas y los gobiernos estaban estirando hasta límites insospechados la paranoia ciudadana, pero aquello, lo que pretendía el lobby, era casi demasiado.

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         Un aviso de megafonía, era su vuelo. Se levantó y ajustó las solapas de su chaqueta antes de embarcar, le reconfortó el tacto del algodón teñido de negro. Caminó siguiendo la hilera de oficinistas trajeados, guiñó un ojo a la azafata por puro reflejo y, una vez dentro del Boeing 767, se sentó en su amplio asiento de primera clase. Volvió a sostener el objeto metálico entre los dedos, su supuesta arma. De seguir algún tipo de filosofía, un bushido, Nathan jamás habría aceptado el trabajo. Deshonroso para cualquier experto en armas era decir poco. En todo caso, de seguir una filosofía, la suya debería haber sido la de los mercenarios, y era bastante probable que no existiera. Un mercenario con principios inamovibles le sonaba como una contradicción. Pero sí que tenía orgullo, y aquel trabajo, aunque sorprendentemente bien pagado, se lo estaba hiriendo.

         En su faceta de experto en armamento, le contrataban para toda clase de cursos y demostraciones inverosímiles a gobiernos, generales y grupos paramilitares. De todas sus actuaciones esta se llevaba la palma. Guardó el metal empañado en el bolsillo. El avión despegó rumbo a Washington. Si los convencía a ellos, le habían dicho en el lobby, el resto de gobiernos del mundo les seguirían por puro reflejo y por no ser menos. Participaba, quizás, de la conspiración más estúpida y absurda que jamás hubiera tenido lugar. Mucho más estúpida aún que la de la licra premeditadamente debilitada en los albores de la obsolescencia programada.
3 de febrero de 2015
DISCLAIMER: Esto no es una crítica literaria, me gustaría que fuese simplemente una reseña. Es decir, un comentario que hago sobre algo que he leído, sin pararme a analizar su calidad literaria o sus méritos, ni nada de esas cosas que hacen los críticos pretenciosos. Porque no quiero ser un crítico. Vamos a entendernos, siempre he tenido la sensación de que un crítico es alguien que ha fracasado previamente como creador de aquello que ahora juzga, además de la vaga noción de que huelen mal. De ahí que me resista, y mucho, incluso a hacer una inocente reseña literaria sin más valor que el del comentario de un lector. Además me parece aburrido hablar de los aspectos formales, teóricos, que componen el grueso de cualquier crítica. Lo único que pretendo es dar a conocer aquello que mencione, junto con una pequeñísima y humilde opinión personal.

RESUMEN: Esto no es una crítica, yo no quiero ser un crítico. Huelen mucho a frustración y me resisto a caer en la tentación al menos hasta cumplir los cincuenta.