26 de diciembre de 2014
La ciudad nunca dormía, así que resultaba díficil saber si era temprano o tarde por la intensidad del tráfico o la cantidad de gente en las calles. Pero podía deducirse por el tono del cielo, ahora rojizo y opaco, y por el tipo de personas que saturaban las aceras. La mayoría en aquel momento eran hombres y mujeres trajeados, el backbone de las corporaciones que tenían sus sedes en la ciudad. En la zona de negocios (aunque toda la ciudad era un gran negocio) las calles se abrían en grandes avenidas de tres carriles con ramblas llenas de árboles de un verde natural. La vegetación quedaba artificial en aquel reino de los ocres, el blanco aséptico y los brillos metalizados.   
16 de diciembre de 2014
         Un pequeño salto de cuarenta y cinco centímetros de ancho puede resultar espantosamente difícil. Sobre todo si te tropiezas jadeando con el parapeto de hormigón de una azotea. Puede ser aún más jodido cuando esos cuarenta y cinco centímetros están entre edificio y edificio, con una caída de novecientos metros (unos trecientos setenta pisos, más o menos). El espacio, y no sólo el tiempo, resultan relativos para el observador.

hueco edificios

         Aquel pequeño salto era un abismo terrorífico para Lord. Se apoyó contra el muro-al menos su abdomen, que se aplastó sacándole todo el aire de los pulmones-y sus manos se aferraron al hormigón húmedo y pegajoso. Sus ojos miraron al vacío neblinoso y lanzaron una señal de pánico al cerebro. Pero tenía que seguir, a su espalda escuchó los pitidos sintéticos de las radios y el ruido de las botas de puntera metálica que utilizaban los policías.