28 de noviembre de 2014
09:48
Me temo que, durante dos semanas, no podré mantener el ritmo de publicación acostumbrado. Vale, no es que fuera muy increíble, pero era un rítmo de publicación. Este post es para dar una brevísima explicación, sobre la brevísima pausa.
Los que me conocen, que son la mayoría de lectores del blog, ya deben saber de qué va todo. Por eso de mis gritos histéricos... El caso es que estaré en Barcelona esas casi dos semanas, porque me gusta meterme en fregados y sacarse un examen oficial de japonés es todo un buen fregado.
¡Un saludo!
Los que me conocen, que son la mayoría de lectores del blog, ya deben saber de qué va todo. Por eso de mis gritos histéricos... El caso es que estaré en Barcelona esas casi dos semanas, porque me gusta meterme en fregados y sacarse un examen oficial de japonés es todo un buen fregado.
¡Un saludo!
19 de noviembre de 2014
15:21
Con el cambio
climático La Laguna volvió a hacer honor a su nombre. Las tormentas constantes
inundaban la ciudad y el agua turbia reclamó su lugar engullendo los adosados
de los adinerados. En el centro, la lluvia ácida caía con inclemencia sobre Zero.
Las gotitas de color óxido le dejaban un residuo marrón sobre la chaqueta de
cuero. Se echó la capucha sobre la cabeza y caminó por las pasarelas con
columnas bajo los enormes edificios. No lograban evitar que la lluvia, empujada
por un viento lateral, diese contra la marea humana que intentaba refugiarse
del tiempo inclemente. Los coches eléctricos pasaban con un zumbido, dejando
como rastro géiseres de agua sucia que empapaban a quienes estaban demasiado
cerca de la calzada.
Zero se
arrebujó en la chupa de cuero, protegido de las miradas por la capucha, y
caminó encogido entre la gente con las manos en los bolsillos. Prestaba
especial atención a los paraguas de aristas afiladas, llevados por
peligrosísimas sexagenarias que lo ponían justo a la altura perfecta para
sacarle un ojo. Su segunda prioridad era vigilar a los carteristas marroquíes y
las atracadoras rumanas, que atraían con el canto de sirena de sus faldas de vinilo
en colores chillones, poco más anchas que un cinturón.
Pero él estaba
de vuelta de todo eso, miraba con una mezcla de asco, envidia y piedad al resto
de sus congéneres, esquivándolos para llegar lo antes posible a la estación del
tranvía. Aún con las manos en los bolsillos, Zero se tocó el paladar, justo
detrás de las paletas, con la lengua. Con aquel movimiento se activó una respuesta
gestual en su cerebro. Finísimas líneas de fósforo verde atravesaron su campo
visual, injertadas directamente al nervio óptico gracias a la placa de silicio de
35nm que tenía detrás de la oreja derecha, incrustada en el hueso.
Etiquetas:cyber,relato-corto,tecnología
12 de noviembre de 2014
16:15
Año 100
La chica dejó
las flores sobre el granito perlado de rocío. Miró el cartelito de bronce de la
tumba sin saber bien que hacer. Ella no creía en todo aquello de la otra vida.
¿Realmente tenía que ponerse a hablar sola, como en las películas? Se agarró la
camiseta, la imagen de Freddie Mercury con chaqueta amarillo chillón se deformó
cuando tiró del tejido. Quedó muda, mirando las letras grabadas al ácido en el
bronce. Su lengua jugó con el aro de cromo que le atravesaba el labio inferior.
Lo de las
flores podía entenderlo, una señal de respeto para los vivos, un ritual de
recuerdo. Pero lo de hablar, simplemente no iba a salirle, igual que las
lágrimas que tenía contenidas. Su madre estaba muerta y allí sólo había un
cadáver bajo un par de metros de hormigón y un nombre que ya no significaba
nada. Ladeó la cabeza, después se giró cuando sintió que alguien se le
acercaba.
Era un tipo de
su edad, vestido con uniforme militar de fatiga de la marina. La chaqueta
estaba sucia, tenía las mejillas cubiertas de barba rasposa mal cuidada, los
ojos marrones enmarcados en grandes ojeras la miraban con interés. Ella se
apartó un paso de la tumba.
Etiquetas:espacio,relato-corto
5 de noviembre de 2014
17:16
Siempre anima escuchar las palabras y consejos de otros que se dejaron la piel antes que nosotros y pudieron salir adelante. (Aunque tampoco estaría mal escuchar los consejos de alguno al que no le haya ido tan bien) Me pasaron este enlace de culturamas a una de esas listas de consejos que seguramente muchos ya habrán visto. Pero creo que tiene que seguir saltando a través de los electrones, de equipo en equipo y de mente en mente. Lo cuelgo en Ciudades del Futuro para contribuir a ese viaje continuo ^-^
Etiquetas:links
3 de noviembre de 2014
17:32
¿De qué color estaba el cielo? A Bill le habría gustado
saberlo, pero no podía verlo. Alzó la mirada borrosa entre los edificios y los
cables oxidados que saltaban de balcón en balcón, más allá de las letras
cirílicas que resplandecían por doquier en las fachadas. Allí arriba lo único
que veía era roca negra húmeda, alternada con placas de hormigón reforzado y
aluminio que sostenían la Ciudad Alta. Su cielo era gris con luces de
balizamiento y rendijas de ventilación, sus nubes volutas de vapor de agua y
gasoil.
Le dolía
horrores la cabeza. Estaba tendido en la esquina de un callejón, bañado por la
luz verdosa del escaparate de una tienda de electrónica cerrada. Gotitas de
agua jabonosa le caían sobre el cabello corto y apelmazado teñido de violeta.
Olía a basura, aceite y alcohol etílico. Se incorporó con dificultad y la
cabeza le dio vueltas. No recordaba haber llegado allí, pero los dolorosos
latidos de la resaca en sus sienes le decían que quizás era mejor no acordarse.
Se levantó lentamente como si su cabeza estuviera llena de nitroglicerina, se
apoyó en la pared del callejón y se sacudió la ropa intentando adecentarse. Estaba
hecho un asco, pero eh... al menos no le dolía el estómago.
Bill se
colocó bien la chupa de cuero de motorista y se echó sobre la cabeza la capucha
de la sudadera gris que llevaba debajo. Empezó a caminar dando patadas a las cajas
húmedas y las latas vacías del callejón, con las manos en los bolsillos. Su mente
aún estaba en un estado de confusión absoluto, incapaz de recordar dónde
estaba, dónde había estado o a dónde debería ir. Sentía un dolor sutil y
persistente en la parte trasera del cráneo, extraño. Él era, entre otras cosas,
un yonki profesional. Un maestro del arte de ponerse ciego y volver de entre
los muertos al día siguiente. Tenía la mente anulada como en una de sus malas
resacas, pero el resto del cuerpo sólo estaba aturdido. Salió a las calles saturadas
de gente y penumbra perpetua de la Ciudad Baja. No era
un lugar oscuro, las vallas publicitarias led, los escaparates, las farolas...
había toda clase de fuentes de iluminación.
Etiquetas:noir,relato-corto
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