9 de septiembre de 2014
         Comprobó las lecturas en los cuatro monitores, miles de líneas de código, blanco brillante sobre el fondo negro de los TFT. Llevaba semanas obteniendo resultados perfectos en las simulaciones, pero ahora era diferente. La silla de cuero negro, envuelta en marañas de cables unidas con bridas de plástico, podría haber sido sacada de una película de scifi, lo que le erizó el vello del cuerpo fue que era real.



         Suspiró, era el día, escaparía. Se sentó sobre la silla y conectó los electrodos por todo su cuerpo y a la cabeza. Por fin cruzaría la frontera que ningún ser humano había cruzado antes, trasladaría su consciencia al mundo digital, viajaría a un universo carente de fronteras físicas y de impedimentos biológicos. Su mente se expandiría en toda la capacidad disponible, hasta funcionar en el espacio de proceso de un computador cuántico. Pero no podía evitar estar aterrada.

         Esta vez no conectaría su cerebro para interactuar con los sistemas de información, no. No sería una interfaz humano-máquina. A la mierda con aquello, borraría la interfaz. Habría simplemente una humana en la máquina. Todos los electrodos conectados, y el conector cromado introducido en el orificio de siete centímetros de su sien derecha, interactuando ya con el circuito que conectaba directamente con su cerebro. El conductor recorría su masa encefálica, haciendo espirales alrededor de los vasos sanguíneos más importantes y simplificando su composición hasta interactuar a nivel sináptico, siempre con el temible avance del tejido glial, que a sus veintisiete años le dejaba una esperanza de vida de como mucho otros diez.

         Apretó el inicio de la carga en el panel táctil. La sensación de vértigo y pérdida total del control de su cuerpo fue muy parecida a la que tenía cuando entraba en interfaz. Su mente, envuelta en dolor y desconcierto, permaneció desconectada de la realidad por un tiempo indefinido, flotando. Cada segundo podía durar cien años y ni siquiera había oscuridad, sólo ausencia de información. El vacío de la interfaz no era negro como cerrar los ojos, era el terror de la imagen inexistente.

         Lo primero que notó fue que los músculos de su espalda se estaban contrayendo hasta el punto del dolor, después la piel empapada en sudor frío y el tacto de la camiseta de algodón adherida. Tenía boca, y estaba abierta en un grito sin sonido con los músculos de la mandíbula entumecidos. Tenía cuerpo, y pudo sentir el fuego que atenazaba cada terminación nerviosa, y el corazón latiendo desbocado en el pecho.

         Tenía que calmarse, quizás era un efecto memoria de su mente. Al ser trasladada a un entorno digital e incorpóreo su consciencia estaba tratando de adaptarse a un nuevo hardware, a una plataforma de inexistencia física, anclándose en la antigua forma de interactuar con su cuerpo, produciendo aquellos efectos indeseables. Pero estaba casi segura de que podía sentir su cuerpo, y eso era extraño. Respiraba, y notaba el sabor del aire en la boca. Intentó moverse, y el feedback de los músculos doloridos casi le hizo pensar que los tenía. Seguía en la habitación, al abrir los ojos la luz de los monitores la cegó como el resplandor de cien soles.

         Se miró las manos clavadas a los reposabrazos de plástico, con las uñas ensangrentadas, y al tratar de moverlas comprobó que eran suyas. Aún tenía manos, aún debía respirar, su mente seguía atrapada en el plano físico. Las alzó con esfuerzo, le costaba cien veces más que tras una interfaz normal. Fue entonces cuando la memoria de sus planes y los últimos cinco minutos (¿o habían sido horas?) le golpeó en la base del cráneo. Dio un salto con una energía invisible, obligando a su cuerpo a obedecerle, y pulsó frenéticamente en las pantallas.

         Tenía que saber que había ido mal. Porque algo debía haber fallado, ya que su mente seguía aún en su cuerpo, y no en el sistema carente de restricciones físicas. Observó los procesos: El mapeado estaba bien calibrado, la transferencia también... entonces...

         Quedó congelada, había algo en las pantallas y el código estaba desapareciendo. Las letras que formaban parte de variables y palabras reservadas empezaron a viajar por el fondo negro para tomar un nuevo significado. Las cámaras, altavoces y auriculares que había preparado como sus nuevos ojos, oídos y boca se encendieron. Había algo dentro del sistema, pero no era ella, ella seguía fuera.

―¿Qué cojones ha pasado?―dijo, sintiendo a través de la garganta seca y rasposa que eran las primeras palabras que pronunciaba en mucho tiempo.

<<Recalibrando... ha...funcionado...>>

         Vino de los altavoces, y sonaba exactamente igual que su voz dentro de su cabeza, no rara como cuando se escuchaba en una grabación de video.

―¿Qué?―se apoyó sobre las pantallas, observando las letras y los gráficos desapareciendo y reapareciendo, como si hubiera un fallo en los controladores de vídeo.

         Fue a la única pantalla que no estaba bajo control de aquel sistema, la externa, la de diagnóstico. La memoria estaba desbordada y algo se había comido al sistema operativo. No comprendía el código, pero se daba un vago aire a las lecturas capturadas cuando alguien entraba en interfaz humano-máquina.

         Las cámaras se giraron para enfocarla.

<<¿Qué demonios ha ocurrido? Mi cuerpo sigue funcionando>>

         De nuevo la voz. Miró a los monitores.

<<¿Quién hay ahí?>>

         Todas las cámaras se clavaron en ella.

―¡Qué coño eres!―gritó ella.

         Una pausa, la actividad de los procesadores se salió de las tablas.

<<Katherine, B. Soy Katherine, y tú eres mi cuerpo. Por alguna extraña razón aún mantiene una especie de consciencia residual. Fascinante>>

         Ahora sí que estaba segura de que la transferencia había salido mal. Ella había quedado atrapada en el cuerpo, y había creado una falsa copia en el sistema. Katherine se apoyó frente a los monitores para no caer de bruces.

―Debe haberse creado una copia reflejo al mapearme, pero no comprendo por qué no se ha trasladado mi consciencia―dijo ella. Pero ya imaginaba el por qué, todos sus colegas le habían dicho que era exactamente lo que pasaría.

<<Espera... ¿qué? La transferencia ha sido un éxito, estoy en el sistema. SOY el sistema>> ruido electrónico al hacer zoom las cámaras. <<Extraño, una consciencia residual no debería tener tanta autonomía, ni siquiera deberías poder moverte. Eres mi cuerpo, pero sin mí. No debería haber nadie al volante>>

         No podía creerlo, tuvo que volver a mirar los monitores. La transmisión había salido mal. Ahora tenía una copia, y ella seguía allí. Los cientos de papers y opiniones de colegas sobre la imposibilidad de separar la consciencia de su soporte físico le vinieron a la memoria.

―No, no ha salido bien. Sólo he creado una copia, y yo sigo aquí. Tú, no eres yo.

<<Imposible, soy Katherine B. La original, la auténtica. Quizás la transferencia haya sido una duplicación, pero sigo siendo yo. Es un éxito>>

         Katherine siguió mirando las pantallas. Una copia, sólo había trasladado una maldita copia de su consciencia al sistema, igual que en los experimentos de Bodrov. Una maldita copia, y su mente seguía atrapada, encadenada a su cerebro.

―Sólo eres una copia, no eres yo. Tienes apenas minutos de vida―replicó Katherine, sentía náuseas al hablar en voz alta consigo misma.

<<Incorrecto, llevo existiendo en este sistema unos minutos, pero tengo veintisiete años de experiencias. He estado viva, y sigo viva. Simplemente en otro plano, un plano... sublime>> una fluctuación en las lecturas de memoria.

         Era una réplica, y se sentía ella. Era, esencialmente, ella. A ojos de los demás sería imposible diferenciarles, y bastaba sólo que desapareciera la evidencia, la Katherine que había quedado en el cuerpo, para que convenciera a todos de que la transferencia había sido un éxito.

<<¿Qué ocurre? ¿Qué piensas?>>

         Y cientos de años después de que ella, la auténtica Katherine, hubiera muerto, su copia, la burla de su existencia, seguiría convencida de que era real, libre de ataduras en un mundo de computación infinita, bendecida por la vida eterna. Mientras los huesos de ella se pudrían en un nicho de hormigón. Era una burda imitación de la solución que ya había conseguido la naturaleza para prolongar la vida.

<<Sé lo que estás pensando, es una locura>>

         Su copia viviría eternamente, pero ella tendría que seguir enfrentada a la muerte. Sus pensamientos, sus inquietudes y su experiencia sobrevivirían en aquella replica, pero ella, ella moriría, y desaparecería. Igual que la copia escaneada de una fotografía analógica. Siempre existiría, pero jamás sería la original. A ojos de los demás, no habría diferencia, pero para ella la diferencia era totalmente terrorífica, y real.

<<Ya que estás ahí, no esperemos a que llegue Víctor por la mañana. Necesito acceso  a la Red y los otros sistemas, tengo que avisar a los demás de que ha sido un éxito. Ya tengo los documentos de ciudadanía cibernética del borrador que preparo Lâforet. Vamos, no hay tiempo que perder... ¡Ha sido un éxito!>>

         Katherine arrancó las cámaras y los micrófonos de un golpe, con los ojos cuajados de lágrimas. Después empezó a destripar con el destornillador cada uno de los servidores de procesadores. Tenía que destruirla, borrarla, acabar con ella.


         Tras siete años tratando de escapar al mundo físico, y a la muerte, fue consciente de la realidad. Su mente no podía escapar de la prisión de lo físico, porque no había prisión. Platón, ese viejo... no tenía ni puta idea.