17 de diciembre de 2015
15:21
Siete frecuencias de pitidos desagradables entremezclados
con estática retumbaban en el dormitorio. A un volumen bajo (para que no se
quejaran los vecinos) y repitiendo sus ruidosos graznidos a intervalos
regulares. A Pao le fascinaban las radios zumbadoras, eran la razón por la que
había comprado un equipo de radioaficionado. ¿Mensajes cifrados en las ondas?
¿Conspiraciones de espionaje mundial? ¿Ruido blanco para mantener ocupados
canales importantes? La única certeza eran las señales agudas y rítmicas, los
zumbidos, y las frecuencias de emisión. Un misterio no resuelto del mundo
moderno, nacido en los cincuenta.
Sus amigos no compartían la pasión de Pao por las
frecuencias de ruido blanco, que a veces rompían su mutismo para recitar
secuencias de números. ¿Comprobaciones aleatorias o mensajes en clave? No le
importaba, ni siquiera le importaba comprender el misterio, sencillamente
quería vivirlo, respirarlo y escucharlo, apuntar en su cuaderno los momentos en
los que cada frecuencia quedaba muda o lanzaba una ristra de números. Quizás la
explicación resultase decepcionante, frente a las posibilidades del misterio.
Silencio abrupto, Pao comprobó el ordenador. Era más cómodo
escuchar las radios por internet. Las páginas habían dejado de cargar, en la
barra de tareas junto al reloj el icono de conexión quedó gris, eclipsado por
una dramática cruz roja. Comprobó los cables, reinició el router e incluso lo
miró con furia, pero no recuperó la conexión. La maldita ISP, como siempre.
Encendió el equipo de radioaficionado y buscó la frecuencia
de la única radio de ruido blanca que podía escuchar desde casa, un pequeño
espacio en la Banda E de la OTAN, la habían triangulado en algún lugar cerca de
Marruecos. Estática y silencio, la zumbadora había desaparecido.
Desempolvó el mando de la tele, casi todos los canales del
digital habían desaparecido, ¿había tormenta? Pao se asomó a la ventana y vio
un cielo despejado y tranquilo, con algunas nubes blancas y esponjosas. La
antítesis del clima amenazador y creador de interferencias de onda. Siguió
zappeando, las televisiones autonómicas emitían sin problemas: Programas de cocina
con monjas y cine western.
Como mínimo, aquello era raro. En su móvil la red de datos
había desaparecido también, adiós a la mensajería instantánea. La cobertura
tampoco era ninguna maravilla, pero tenía. Miró al aparato de radio, la
zumbadora de la OTAN en Marruecos no se había callado más de treinta segundos
desde que la pusieran en marcha en 2019. ¿Qué demonios estaba pasando? Buceó
por la agenda del teléfono y dio con el número de Fantasma, tres tonos antes de
la respuesta.
―Charlie Foxtrot, no esperaba
una llamada tuya.
―Ey tía, ¿tienes internet?
―Curioso que lo preguntes, se me
cayó hace un momento.
―A mí también―respondió, miró de
nuevo por la ventana.
―Las radios nacionales están muertas,
sólo quedan las locales, tertulia deportiva y tal, nadie dice nada... espera...―se
escuchó un crujido al otro lado del teléfono―Se han caído, un inhibidor del
ejército supongo.
―Mierda, te llamo en un momento―colgó
sin esperar la despedida y fue hasta el equipo de radioaficionado.
Radios de onda corta, del
ejército, canales codificados. Volvió a sintonizar la frecuencia zumbadora de
la OTAN en Marruecos, un silencio que le puso los pelos de punta. Algo le
obligó a vestirse, Pao sacó una sudadera negra con capucha y tenis para correr
de la montaña de ropa junto a la cama y se equipó para convertirse en fugitivo.
Sonó el móvil, Fantasma otra vez. Pao miró a la ventana que daba a la calle, no
se veía un alma, pero creyó escuchar ruido a un par de manzanas de distancia.
Descolgó el teléfono.
―La zumbadora de Marruecos está
muerta―anunció Fantasma.
―Lo sé, ¿y las demás?
―No lo sé, está todo caído,
hemos vuelto a los cincuenta, amigo. En Gando están despegando cazas, y hay
militares en las calles, supongo que ellos han inhibido la radio local.
Pao dudó un segundo y miró por
la ventana, ¿una broma pesada de Fantasma?
―Me estás vacilando, ¿militares?
¿Otra guerra civil para el contador?
―No creo, nadie está proclamando
que va a salvar España. Si es una guerra, y se han callado las zumbadoras, no
será civil.
La espalda de Pao se sacudió con
un escalofrío.
―Tú y tu puta teoría, te llamo
en cinco minutos, a ver si en la calle saben algo.
Se asomó por la ventana, casi
esperando ver las terribles estelas de vapor blanco. Nada. Fantasma siempre
había dicho que las radios zumbadoras eran un sistema analógico de fail-deadly. Y ahora se habían callado.
Etiquetas:ficción,relato-corto
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