24 de febrero de 2016
12:09
Aún le ardían las cicatrices, un contorno de fuego ácido en las
discretas hendiduras alrededor de las yemas de sus índices y pulgares. El
oficial de aduanas japonés frente a ella revisaba con cara poco amigable los
documentos, un desprecio nada disimulado de altanería profesional. Ya se había
enfrentado a los controles de Japón, pero estaba nerviosa, y el hecho de no
querer parecer nerviosa lo hacía aún peor. Se preguntó qué ocurriría si le
pillaban.
El hombre le puso delante el escáner digital de huellas
dactilares con un gesto brusco, señaló a la pantalla que indicaba como hacer el
reconocimiento. Una cosa redonda y kawaii
explicaba sonriente: Primero los índices, luego los pulgares. Lin aguantó la
respiración, estaba a punto de poner a prueba sus quince mil dólares pagados a
unos médicos de Shanghái. Colocó los índices, un pitido suave y una luz verde.
Escáner terminado, el oficial de aduanas no cambió su expresión
burocráticamente congelada. Lin puso los pulgares, mirando con disimulo al
terminal del japonés.
Luz verde en la cara, el oficial de aduanas selló su visa,
ella volvió a respirar. El japonés le hizo un gesto brusco para que se
levantase. El mismo desprecio acostumbrado a los inmigrantes de China, pero
ahora era una chugokujin con Visa, de
alguna manera era diferente. Sonrió, a punto de explotar de alegría por dentro.
Había logrado volver a Japón antes de los treinta. Los préstamos para la
operación, el viaje por los callejones de los suburbios, todo quedó atrás. Salió
de la terminal con paso decidido, sólo quedaba el picor en las cicatrices
quirúrgicas.
Quince mil dólares, eso costaba burlar la biometría anti-inmigración
del gobierno de Japón. Previo pago, le habían seccionado la piel de las yemas e
intercambiado las del pulgar e índice izquierdo con el derecho. Nada especialmente
sofisticado, pero suficiente para superar el control. La base de datos de
inmigración tenía sus huellas de la última vez que le habían expulsado, pero no
guardaban las opuestas simétricas. Por la cantidad de gente que había visto
tratando con sus doctores, no tardarían en tener que hacerlo.
Pero ella había pasado, miró la tarjeta de plástico con su
foto en blanco y negro. "As Temporary Visitor" estaba impreso junto a
la categoría. Se la guardó en el bolsillo, decidida. Iba a trabajar allí, en una
de las grandes ciudades de Honshu. Esta vez no la pillarían, iba a quedarse.
(Esto no es ciencia ficción, ocurrió)
(Esto no es ciencia ficción, ocurrió)
Etiquetas:biometría,relato-corto
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